dissabte, 31 de gener del 2009

De solidaritat i el poder de la paraula


Has tingut mai la sensació que ets un ésser extraterrestre posa't sobre aquest planeta?

Et negues a acceptar que les paraules no poden canviar el món i creus que si tots aportem el nostre petit granet de sorra podem canviar moltes coses?
Si és així tranquil, tot i que el diagnòstic és greu...tu ets un idealista!
Això no és dolent, només és difícil de portar, sobretot perquè t'ha tocat un món on impera la indiferència i on tothom va a la seva.
Hauràs de tenir fe, valor i ser fort, perquè no seran poques les temptacions per creure que seria millor creuar-se de braços...

Per si et serveix d'alguna cosa, et deixo aquí les paraules d'algú que creu que la solidaritat i les paraules la van salvar, són els mots d'una emocionada Ingrid Betancourt pronunciades al rebre el premi Príncep d'Astúries de 2008:

[...]


En las cíclicas repeticiones de la historia, veo con claridad que tenemos la oportunid
ad, una vez más, de ser aquellos que rompen el círculo de las maldiciones. El año pasado, en esta misma ceremonia, se oyeron las voces de las víctimas del Holocausto. Quienes estaban aquí, asistieron al doloroso cuestionamiento que ellos les hacían a sus propios vecinos, aquellos que los miraron en silencio partir hacia el infierno y que no hicieron nada.

¿Qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Hubiésemos hecho como la mayoría, tratando de encontrar justificaciones a la infamia, para poder dormir en la tranquilidad de nuestra indiferencia? Todos queremos pensar que no. Todos quisiéramos vernos retratados del lado de los héroes anónimos que se jugaron la vida por salvar la de ese hombre, la de ese niño que sufrió.


La vida nos ha traído a la consciencia la realidad amarga de los que están presos de esa misma infamia en las selvas de Colombia, de esa misma locura revestida de otro uniforme, pero habitada de la misma crueldad. Hoy no podemos ignorar su situación y la de cientos de seres humanos que padecen la arbitrariedad de la intolerancia política, religiosa o cultural en cualquier lugar del mundo. En esta aldea global que es el mundo de hoy, todos somos vecinos. A diario podemos extender la mano y no lo hacemos.

Quiero contarles de esos vecinos míos, que nunca nos conocieron, pero que se movilizaron en el mundo entero para exigir nuestra liberación. Personas que podían quedarse en sus casas encerradas en sus propias preocupaciones, personas que no tenían, salvo su voz, ningún medio para ayudarnos. Ellos no tenían fortunas, ni tampoco poder, y mucho menos influencia. Sólo tenían el insoportable peso de dolor nuestro.

Estos vecinos nuestros rompieron el círculo vicioso de la indiferencia, y se pararon en la misma acera de los pocos, que hace años, no aceptaron el Holocausto. Lo que vino después, ya el mundo lo conoce: una red de seres humanos encontrándose en su barrio, su ciudad, su país, uniéndose con marchas, camisetas y banderines para salvarnos del olvido.

A partir de ahí, se dio un fenómeno extraordinario. Quienes sí tenían poder e influencia, oyeron y actuaron. No todos. Pero sí algunos que también hicieron la diferencia, que también cruzaron las aceras y se pararon del lado de los que no se resignan.
Hablo de los jefes de Estado de España, Francia y Suiza. El Rey Juan Carlos, el señor Rodríguez Zapatero y su canciller el señor Moratinos, estuvieron siempre al lado de nuestras familias y de Francia para facilitar nuestra liberación. Su decisión de ayudarnos fue primero una decisión íntima, salida de su corazón, luego se convirtió en política de gobierno. Fueron cientos de reuniones, cientos de contactos, muchos riesgos y dificultades para buscar y lograr, adentrándose en la selva, el contacto con la guerrilla. Tengo la convicción que su decisión de no apadrinar operaciones de rescate de tipo militar con el objetivo de respetarnos la vida, fue el punto de partida para idear una operación sin armas, donde los únicos que corrían un riesgo de muerteeran nuestros salvadores. Si algunos de nosotros salimos vivos de ese cautiverio, fue porque todos ellos pusieron su voz al servicio de nuestra libertad.

En este día, cuando las bendiciones recaen tanto sobre los que reciben como sobre los que dan, qué bueno tomar consciencia del poder de la palabra que nos ha otorgado la Providencia.

Es claro que nuestro mundo debe cambiar y que cada uno de nosotros debe romper la maldición de su propia indiferencia.
Esa transformación que nos urge, en momentos en que los rascacielos de las finanzas del mundo parecen desplomarse sobre nosotros, cuando las fragilidades de nuestra civilización se manifiestan con mayor claridad, esa transformación, que sentimos imprescindible, comienza en lo profundo de cada corazón.

[...]

Con nuestra palabra podemos reclamar otras relaciones, otros compromisos, otras soluciones. Podemos aceptar acuerdos comerciales menos buenos para nosotros, pero más justos. Podemos buscar mayores inversiones solidarias y menos rendimientos especulativos.
Podemos ofrecer más diálogo y menos imposiciones por la fuerza.

Sobre todo, podemos no resignarnos. Porque resignarse es morir un poco, es no hacer uso de la posibilidad de escoger, es aceptar el silencio. La palabra, en cambio, precede la acción, prepara el camino, abre las puertas. Hoy debemos más que nunca usar la voz para romper cadenas.

Tengo la profunda convicción que cuando hablamos, estamos cambiando el mundo. Las grandes transformaciones de nuestra historia siempre fueron anunciadas antes. Así llegó el hombre a la Luna, así se cayó el muro de Berlín, así se acabó el apartheid. Así tiene que desaparecer el terrorismo.

[...]

Para traficar drogas, armas y conciencias se necesita el silencio de los vecinos.
Que cada uno de nosotros cruce la acera y se pare del lado de los que hacen la diferencia, de los que no aceptan los holocaustos. La gente sencilla, con el escudo de sus convicciones y la espada de su voz, puede lograr grandes acciones: lo que hemos visto esta noche es prueba de que sí es posible cambiar la realidad que nos indigna cuando decidimos no silenciar la voz de nuestros corazones.


Los invito a imaginar un mundo donde el hombre culmine su destino, donde los valores del alma dicten las decisiones y el amor rija los pueblos. Quiero creer que este ritual que se desarrolla en Oviedo, hoy y cada año, es augurio elevado de las profundas transformaciones
que se están produciendo en nuestros corazones y en el de nuestras naciones. Busquemos juntos los tesoros que se esconden en lo recóndito de nuestra alma y en los orígenes de nuestra civilización. Confiemos que todo es posible, si así Dios lo quiere, y que de las contradicciones que vivimos hoy pueda salir un nuevo mundo, ese que seguimos buscando después de Colón, el que desde Oviedo reclamamos, el mundo de la Concordia.


- Discurs d'Ingrid Betancourt al rebre el Premi Príncep d'Astúries a la Concordia. Oviedo 2008

Podeu llegir el text íntegre a la següent adreça:
http://www.fundacionprincipedeasturias.org/esp/04/premiados/discursos/discursorig846.html

Sobre la victòria moral


Tu somreies veient-me passar pel carrer
mirant a terra, fumant
esbrinant raons de pes
Tot el que feies et sortia molt bé
jo ho intentava, però era tant dolent
Vaig arribar a creure que no era ningú
la veritat és que per mi allò era molt dur.
Però avui has perdut
avui he vençut.
Avui has perdut

Totes les nenes estaven sempre al teu costat
jo les mirava, però no les podia tocar
i en els exàmens de final de mes
tu notable, jo havia suspès.
Tu feies tennis, jo em feia il·lusions
em quedava a casa penjat amb les meves cançons.
Però avui has perdut (avui has perdut)
avui he vençut.
Avui has perdut

Ara ets un home de catorze pagues a l´any
dels fills, la dona i la sogra no en pots escapar
I mentre jo em jugo la vida aquí dalt
potser m´escoltis sentat al sofà
donant voltes sobre el teu futur
amb tot el que podries ser
però mai no has sigut.
Però avui has perdut (avui has perdut)
avui he vençut.
Avui has perdut

Em sap molt greu per tu.
Avui has perdut
Això és collonut.

Has perdut -
SAU

dijous, 29 de gener del 2009

Cuando tener razón no vale


Ya en mis primeros años de vida me costaba acatar órdenes así, sin más, yo siempre necesitaba un porqué.
Ante mis cuestionamientos mis padres acabaron acostumbrándose a razonarme sus imposiciones o aplacar mis interrogaciones con respuestas lógicas y argumentadas.
Así, crecí con el convencimiento que los argumentos fundados son la mejor razón para defender una opinión, aunque muchas veces uno no pueda estar de acuerdo, toda opinión fundada y respetuosa es defendible.
Me convencí que la razón, entendiendo por ésta, cualquier argumento en pro de algo que apele unos conocimientos profundos sobre el tema se puede defender , y de hecho acaba imponiéndose siempre, o eso pensaba entonces ilusa de mi...

Pero me hice mayor y aterricé en el "maravilloso" mundo de los adultos, y descubrí que tengo algo que reprocharles a mis padres: que no me explicaran que en ciertos ámbitos, la universidad por ejemplo, jerarquizada y endogámica donde las haya, no cuenta la razón o quién tiene mayores conocimientos sobre un tema, sino que uno tiene que someterse a la imposición de rango. Oséase a la "titulitis".

¡Qué importa que esgrimas los más contundentes razonamientos, o que conozcas al dedillo el tema sobre el que hablas si ante tí tienes a un "señor/a" - por llamarlo/a de alguna manera- que ostenta el cargo de decano, rector etc.!
Entonces toca lo que vulgarmente se llama "tragar", meterse los argumentos en los bolsillos y largarse calladamente a ocupar el miserable puesto que muy generosamente se digna a dejar que ocupes...
Porqué sí, porqué lo dice él, y además él se cree el dueño y señor de una universidad, que para más inri -en el caso del que yo hablo- es pública !¡
Y vuelves a tu despacho, a tu tarea de hormiga en la sombra, sintiéndote el átomo más insignificante del universo, amenazado por la insolencia y la prepotencia que siempre suelen tener estos tipos, asidos a un puesto incuestionable de por vida, porqué un día demostraron saber algo.

Soy consciente que semejantes actitudes también existen en la empresa privada, pero ahí quién no rinde, quién no obtiene resultados va a la calle. Y eso, siempre es -como poco- algo de justicia que agradecemos los que no le tememos al trabajo, ni a las horas de más, ni a los retos,
ni a la formación continua, ni a la innovación, ni a emprender.

Me planteo en estos difíciles tiempos porqué siempre he transitado los caminos más tortuosos y en lugar de aceptar el rol, jugar a su juego y darles el brazo a torcer, me he empeñado en querer imponer algo que ellos no respetan: la razón, el conocimiento, los argumentos.

¿Cuál es la actitud correcta? Vender tu criterio en pro de ser políticamente correcto, o quedar como sublevada, conflictiva y demás adjetivos peyorativos que puedan adjudicarte por querer tener criterio propio y defender tus ideas, cuando sabes positivamente que tienes más y mejores conocimientos sobre un tema que quién pretende imponerte un puesto, un rango ¿?

Ahora mismo no lo sé. Me siento cansada, abatida después de una batalla dialéctica, ante oídos que no oyen y ojos que no quieren ver.

Mi estrategia de otras veces siempre fue la misma: difuminarme en el paisaje, desaparecer y seguir con mis quehaceres, en el anonimato de mi despacho, intentar hacerlo bien, y aunque sea honoríficamente (término que ellos desconocen) y para mis adentros el tiempo me ha acabado dando la razón, y eso, aunque ellos nunca lo reconozcan ni logren comprenderlo, es mi mayor victoria.

divendres, 23 de gener del 2009

Per Oblidar...

[...]

Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que le vio
donde habita el olvido.



Fragment de "Donde habita el olvido" - Joaquín Sabina




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